El uso de la mascarilla no provoca patologías bucodentales

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Desde que el pasado mes de mayo el Gobierno estipuló que el uso de la mascarilla fuera obligatorio a partir de los seis años, ésta se ha convertido en un elemento más de nuestro día a día. En esta nueva normalidad, casi por instinto, nos la ponemos cada vez que tenemos que salir de casa. Y aunque es una medida esencial de prevención frente al coronavirus, últimamente, se ha extendido la creencia de que el uso de mascarilla puede provocar patologías bucodentales. Mal aliento, manchas en los dientes, sensación de boca seca… son varias las alteraciones bucodentales que algunos están atribuyendo al uso de la mascarilla. No obstante, el Consejo General de Dentistas advierte de que no hay evidencias científicas que prueben su relación con la aparición de patologías orales.

Respecto a la halitosis (mal aliento), al llevar la mascarilla, una parte del aire que expiramos queda durante un mayor tiempo en contacto con nuestro sistema olfativo y por eso algunas personas piensan que han desarrollado ahora este problema, cuando lo cierto es que ya lo padecían antes de llevar la mascarilla pero no lo habían detectado. Además, hay que señalar que las mascarillas se van deteriorando con el uso. Las quirúrgicas, por ejemplo, deben desecharse a las 4 o 6 horas porque van perdiendo su eficacia e incrementando el mal olor debido a la saliva acumulada.

El hecho de llevar la boca cubierta durante varias horas no debe suponer el abandono de la higiene bucodental. «Tenemos que recordar que la mucosa oral es una de las vías de entrada del coronavirus. Mantener la boca sana es primordial», apuntan desde la institución profesional. Ahora más que nunca es imprescindible realizar cepillados adecuados, al menos 2 veces al día con pasta fluorada. Es muy importante cuidar el cepillo: lavarnos bien las manos antes y después de usarlo, limpiarlo, enjuagarlo y secarlo, no compartirlo nunca, alejarlo del sanitario (para evitar posible contaminación) y no almacenarlo junto a otros cepillos sino independientemente.

Asimismo, hemos de mantener unos hábitos de alimentación saludables, disminuyendo al máximo los productos azucarados y evitando el consumo de alcohol y tabaco. Y, como siempre, acudir al dentista ante cualquier alteración en la cavidad oral para abordar el problema lo antes posible ya que la mayoría de las patologías tienen un tratamiento sencillo si se diagnostican de forma precoz.